jueves, 27 de mayo de 2010

Palabras para liberarse

" La intrusa" es un cuento de Borges que ubica la acción a fines del siglo XIX. Dos hermanos se enamoran de la misma mujer y ella queda entrampada entre los caprichos de estos hombres que la tratan como a una cosa. La usan, se la prestan entre ellos, la venden a un prostíbulo, la vuelven a comprar.

En el relato no parece haber opciones para ella. Su voz no aparece, su figura es desdibujada. Y ya sabemos que ejercer la posibilidad de la palabra es empezar a ocupar un lugar, liberarse.

Los chicos de 3º3º tuvieron como ejercicio cambiar la voz del narrador: que sea Juliana la que cuenta la historia (protagonista) o un vecino (testigo).
A continuación, algunos de los cuentos:

“La intrusa”


Me llamo Juliana Burgos. Vivo con mi madre y mis doce hermanas en un rancho muy lejos de la capital.
Mi familia es muy humilde y mi madre siempre me dijo que al primer hombre que se presentara me entregaría a él, porque cualquiera que fuese su situación financiera iba a tener una vida mucho mejor a la que tendría si me quedaba con ella.
Un día yo estaba descansando en el lago y vi que a lo lejos venía un oscuro con un hombre con tez rojiza.
Ató el caballo y me pregunto cómo me llamaba, fue muy simpático conmigo, así hablamos un par de horas y luego me propuso irme a vivir con él. Yo no lo dude ni un segundo, porque con un hombre tan caballero y dulce como él nada podría salir mal.
Fuimos a hablar con mi madre y ella tampoco se opuso, así que ahí mismo agarré las pocas cosas que tenía, mi madre me dio su rosario de vidrio y una crucecita, me despedí de ella y de mis hermanas, y emprendimos el viaje hacia su casa.
Pero las apariencias engañan. Cuando llegamos Cristian ya no me trató igual: pasé de ser su prometida a su sirvienta, pero no me podía quejar, mi madre tenía razón, de todas formas era una vida mejor. Aunque cuando estábamos en público, sí me trataba como es debido y me compraba de todo, pero parece ser que todo esto me iba a salir muy caro.
Yo lo percibía, porque las mujeres somos muy intuitivas en esto, que el hermano menor de Cristian, Eduardo Nilsen, sentía algo especial por mí, y yo no lo voy a negar, también lo sentía. Pero a la vez lo sentía por Cristian y eso me confundía.
Un día Cristian me dijo que le cebara unos mates mientras esperábamos a su hermano menor, porque tenía que decirnos algo. Cuando llegó Eduardo, le dijo:
-Yo me voy a una farra en lo de Farias. Ahí la tenés a la Juliana; si querés, usála.
Yo me quedé anonadada, no lo podía creer.
Cristian saludó a su hermano y se fue sin saludarme a mí, que era como una cosa para ellos.
Desde ese día me compartieron. Tampoco me podía quejar.
Pero este tema se fue complicando cada vez más. Se peleaban por todo, pero nunca por mi, aunque se que yo soy el motivo de sus peleas pero por un orgullo machista no lo iban a admitir nunca.
A los pocos días, me mandaron a que saque dos sillas al patio porque tenían que hablar. Yo estaba nerviosa y penseque iba a ser una conversación de horas asíque me recosté y me quede dormida.
Al ratito me levantaron, estaba sobresaltada. Me dijeron en un tono sospechoso:
-¡Juntá todas tus cosas nena!
No me dieron ni una explicación ni nada y me subieron a la carreta. Emprendimos un viaje largo.
Había un silencio incomodo que nadie se atrevía a romper y eso me alteraba mas y mas.
Llegamos como a las cinco de la mañana a Morón. Pararon la carreta en frente de una casa apenas iluminada con la luz tenue de la mañana. Lo único que se veía por las ventanas eran unas cortinas pesadas de terciopelo negro. Ahí mismo salio una señora entrada en años, excesivamente arreglada, ya casi parecía un payaso diría yo de tan pintada que estaba.
Se notaba que los Nilsen y esa mujer ya habían hablado antes porque no se dijeron nada, solo se miraron e inmediatamente la mujer les dio una bolsa que anda a saber qué contenía, y se fueron.
Me entró de prepo y me arreglaron como si fuera una diosa.
Los Nilsen me habían vendido y eso no era lo peor, lo peor era que me habían vendido a una casa mala.
Ya no era lo mismo, me pasaban cosas muy denigrantes. En este momento me habría gustado quedarme con mi madre, porque prefiero estar en la pobreza y conservar mi dignidad a tener todos los lujos y ser una desgraciada.
Todos los días tenia que estar con hombres diferentes.
Después de un tiempo, Cristian apareció en la casa mala pidiendo mi servicio. Cuando lo vi, a pesar de que me hallan vendido, se me llenaron los ojos de lagrimas de la emoción y pensé que me volvería a llevar con el. Pero no, solamente tomo mi servicio y se fue.
Al otro día vino Eduardo, y tuve la misma sensación e ilusión que cuando lo vi a Cristian, pero el también me uso, y se fue. La bronca e impotencia que tenía era inexplicable.
Después se tomo una costumbre, el venir, usar mis servicios e irse. Pero me di cuenta que lo hacían a escondidas del otro.
En una de las tantas veces que Eduardo me vino a “visitar”, se encontró con Cristian.
Él estaba esperando su turno en el hall de la casa. Entro Cristian y le dijo:
-De segur así, los vamos a cansar a los pingos. Mas vale que la tengamos a mano.
Entonces fueron a hablar con la patrona, mientras yo esperaba curiosa tratando de escuchar su conversación. Salieron y Cristian me agarro del brazo y me subió al caballo.
Me habían comprado. La felicidad que sentí en ese momento fue inmensa.
Yo fui con Cristian en el caballo, y Eduardo fue tan rápido que no lo vi en todo el viaje.
Llegamos a la estancia y todo volvió a ser como antes, con la salvedad que ahora se las agarraban con todo el mundo, hasta conmigo, pero entre ellos nunca se peleaban, aunque se sabía que el problema radicaba entre ellos. Pero se amaban más de lo que se odiaban.
Un día estaba lavando la ropa y Cristian vino tan suave, como un gato, que ni lo sentí, me abrazo de atrás y me dijo:
-Mal quistarse con alguno de nosotros es contar con dos enemigos y vos vas a lograr nuestra separación.
No me dio tiempo de acotar nada, sentí un mareo muy profundo y caí al suelo.

Rocío Musso

“LA INTRUSA“
Desde el punto de vista de juliana.
Hecho por Almendra Alessandrini. 15/05/10.

Me llamaba Juliana Burgos, convivía con mi madre, que no se encontraba en un estado de salud muy bueno. Vivía muy lejos de la capital, donde en las noches solo se escuchaba el ruido de la naturaleza. Mi padre había muerto hace muchos años y desde ese momento yo tuve que cuidar de mi madre. Cuando ella murió, me sentía muy angustiada, y no importaba todas las personas que pudieran ayudarme a pasar por ese momento, me encontraba sola.
Hasta que apareció Cristian, un hombre de cuidad, y de muy buen capital. Me dijo que me iba a hacer feliz, que tendría la vida que yo siempre había querido si me mudaba con él a la capital. Y no pude decirle que no a ese caballero tan apuesto de pelos rojizos, ya que era lo que había necesitado más que a nada en el mundo y no lo podía perder. Tomé las pocas cosas que me había regalado mi madre antes de su muerte y emprendimos viaje.
Cuando llegamos a la capital, su casa confirmaba el estatus social de Cristian, pero también la soledad, a excepción de Eduardo, su hermano menor, que vivía con él. Cristian me había llenado de regalos, baratijas en realidad, pero no valían nada si solo los podía usar en las fiestas, donde él me trataba como se debía tratar a una mujer. Y en su casa era una sirvienta que respondía a todas sus necesidades, sexuales y caseras. Eduardo viajaba mucho, si mal no recuerdo, una vez había llevado a una muchacha a vivir con nosotros, pero la echó a los pocos días. No lo sabía con exactitud, pero se notaba que Eduardo sentía algo por mí, y no lo podía negar, yo también lo sentía por él al igual que sentía algo por su hermano mayor.
Una noche Cristian le dio el permiso a su hermano de usarme, yo no me negué, no por que no hubiera podido, si no por que lo deseaba, y él también, claro estaba. Desde ese momento me compartieron. Me seguían tratando como una cosa, no como una persona, pero no me podía quejar ya que vivir con los hermanos Nilsen era mejor que volver a donde estaba, donde no sabias si esa noche podrías ir a la cama bien alimentada.
Ninguno de los dos admitía que estaban enamorados de mí, eso los humillaba. Ellos nunca pronunciaban mi nombre, yo era como una maldición para los Nilsen. Cuando peleaban, que era una cosa que se había convertido en algo de todos los días, siempre era lo mismo, si Cristian subía la voz, Eduardo callaba, al parecer él no se animaba a confrontar a su hermano mayor.
Un día me pidieron que sacara dos sillas al patio, como me encantaba ese patio, creo que de todos los lugares que tenia la casa, el patio era mi lugar preferido. Como parecía que iba a ser un diálogo largo había decidido ir a recostarme, pero el rato me volvieron a llamar, sin explicarme nada me dijeron que recogiera todas mis pertenencias y nos subimos a la carreta, era un cacharro tan viejo, que no sabia como íbamos a hacer para transitar los caminos enlodados por las lluvias. Emprendimos viaje. Me carcomían las ganas de saber a donde me llevaban, pero no me animaba a romper el silencio. En realidad, nadie se animaba a hablar, por lo que fue un viaje silencioso y tedioso, lleno de nervios solo por mi parte, por que los hermanos se veían muy relajados, como si tuvieran un bola mágica y hubieran visto que todo iba a salir bien, por lo menos para ellos. Serian las 5 de la mañana cuando habíamos llegamos a Morón. Frenamos en frente de una casa, era la única luz que se veía a kilómetros. Por las ventanas se observaban sombras que se movían de un lado para el otro, como si fuera una fiesta, pero eran eclipsadas por las cortinas de pana bordo con ribetes dorados, y se escuchaba una música de Marlene Dietrich de fondo.
A los pocos minutos salió una mujer, que parecía la patrona del lugar, estaba vestida con atuendos llamativos y un vestido provocador, donde sus senos quedaban expuestos a la vista. Al parecer ya habían hablado con anticipación por que sin decir ninguna palabra de parte de nadie, la mujer extendió la mano y les entrego a los Nilsen una bolsa dándome cuenta en ese momento que había sido vendida a un prostíbulo.
Fui visitada durante un tiempo por los hermanos, pero nunca al mismo tiempo, me parecía que ni ellos estaban enterados de que el otro me visitaba, pero al igual que antes, me usaban y se marchaban. En ese momento creía que nada podría ser peor, mis padres habían muerto, había confiado en alguien que me había dado techo, comida, y a su manera, amor, y cuando me sentía mas o menos como en casa, me había vendido. Ahora no solo era usado por los Nilsen si no que también por personas que no conocía. Nunca me había sentido tan miserable e insignificante.
A fin de año había tenido la visita de los dos hermanos y me dijeron que habían decidido llevarme con ellos nuevamente. En ese momento hubiera hecho cualquier cosa para salir de ese lugar que me parecía tan repugnante.
Una vez fuera, después de haber guardado todas mis cosas, volvimos a la capital.
A finales de marzo yo me encontraba en mi cuarto, había decidido tomarme una siesta, ya que Eduardo había ido al almacén y Cristian no me necesitaba, cuando de repente escucho en la oscuridad, el ruido de la puerta abrirse y pasos que se acercaban a la cama. Por la luz que entraba del comedor, divise la figura de Cristian con una almohada en sus manos. Ya en ese momento no podía pensar con claridad, sabia que algo malo me iba a pasar.
Me asesinaron el veintiséis de marzo de 1932. Tuve una vida triste, que no se la desearía a nadie. No pude formar una familia, desde la muerte de mi madre nunca me había vuelto a sentir querida, la soledad y la angustia me había rondado siempre. Pero ahora, me siento libre, querida y protegida, en el lugar donde estoy todo es diferente.

Versión de Dylan Rosetto

Me llamo Juliana Burgos y vivo en un pueblo de Cordoba muy chico, llamado " Bel Ville ". Vengo de una familia de clase media-baja, ya que mi padre falleció cuando yo tenia 5 años y me quedé con mi mamá y con mis dos hermanas. Mi mamá hace lo que puede, se levanta a las 5 de la mañana y vuelve a las 9 de la noche ; ella dice que trabaja en una fábrica, pero yo mucho no le creo. Hay algo raro ahí.Hice la primaria completa y también la secundaria. Ahora estoy trabajando en un taller, no me pagan mucho pero es para ayudar a mis dos hermanas y mi mamá. Un día caminando como todos los sábados por la tarde en mi pueblo, se frena una camioneta muy lujosa, de vidrios polarizados negros y muy grande; me pregunta donde quedaba un pueblito y lo guie. No entendió mi explicaciòn, asi que decidí subirme al auto y llevarlo hasta el lugar, ya que quedaba a unos diez minutos pero con la condición de que me tenia que dar plata para volverme. Èl aceptó. Durante el camino hablamos de todo un poco, era muy generoso, hasta me ofreció una botella de agua para tomar y yo con mucho gusto acepté. Desde ese momento, no me acuerdo más nada..Recuerdo despertarme en una casa linda , no muy prolija. Vì a un hombre colorado y luego a otro, me imaginé que eran hermanos. Yo no entendía de porque estaba ahì, qué tenia que ver yo en ese momento, pero no me desesperé. Le pregunté quiénes eran, pero no me respondieron.. Despues de un rato largo me hablaron y me dijeron que de ahora en màs tenia que atender a ellos y hacer todo lo que me ordenaban. Luego de esas palabras, si me desesperé. Empecé a gritar y golpear lo que tenia cerca, ya sabía donde estaba..Hace tiempo me habían dicho que tenía que tener cuidado, ya que estaban por algunos pueblos una mafia que raptaba gente y las tenían como "clientas". Yo mucho no me interesé, ya que pensaba que eran esos rumores que circulan en los pueblos. Me habían dicho que si viera dos colorados, ¡empezara a correr! Cristian, el hermano mayor me dijo que si me preguntaban algo, era la nueva novia de èl. Los primeros dias no sabía donde estaba, queria volver a mi casa, a mi pueblo, a mi tierra; luego de un par de intentos de escaparme, comprendì que era inutil combatir contra esta gente.. no me quedò otro opciòn que ACEPTAR. Ellos eran my unidos, tenian cara de tramar y hacer esos negocios turbios.. pero yo no me metía. Mi servicio era "atender" al hermano mayor y hacer las cosas de la casa. Los colorados como dije anteriormente eran unidos, pero ultimamente se peleaban por cualquier cosa, eran insoportables . Todas las noches me acostaba en mi cama y lloraba, queria a mi familia, extrañaba a mis amigos, no aguantaba más. Pero como dicen algunos ¿no? ¡Al mal tiempo buena cara! Y eso hacía.. tratando de sobrellevar esa situaciòn tan dolorosa.Unos dias después, ya no estaba solo con Cristian, sino que tenia que "atender" también con el hermano menor, Eduardo. Me trataban como una cosa, como un elemento sin importarles nada. Un dìa me mandaron al patio, y ya que no me llamaban, me acosté a dormir. Al rato me hicieron llenar una bolsa con todo lo que tenìa, pensaba que ya eran el fin de esta pesadilla, queria volver con mi familia. Me subieron a una carreta y me fui.Cuando llegué al lugar me encontré con una mujer, luego me enterè de que era la patrona del prostíbulo. No podía creer lo que estaba viviendo, era una sensación de impotencia, de no poder hacer nada ante todo esto, sinceramente, prefería morirme. Ver a personas como uno, que lo traten como animal, que sea una maldita "cosa" y seguir su vida como siempre, no logro entender. Entonces, despues de una semana o un poco más veo a una persona muy parecida a Eduardo, el menor. ¡Era èl! Mi cara se transformó, no creía en mis propios ojos. Y no se imaginan lo que ocurrirìa ahora.. ver llegar al otro hermano, Cristian, me provoca casi un infarto. Después de ver esa situaciòn, veo que el mayor hablo con la patrona y me agarra de la mano y me lleva hacia afuera, donde estaban los hermanos. Yo estaba con Cristian y nos dirigiamos hacia la casa de ellos.Ya no sabìa que hacer, que tenia que hacer para dejar de lado tanto sufrimiento y por fin poder vivir una vida digna y ser feliz.Al llegar a la casa me instalè de nuevo en el mismo lugar, ya casi rendida. Un domingo de marzo, a la mañana temprano Eduardo fue al alamcèn. Yo estaba haciendo las tipicas cosas de siempre en la casa, mientras que Cristian estaba en el patio. De repente siento un escalofrio en la espalda, la punta de un cuchillo. Al sentir eso, doy media vuelta y ahì es cuando Cristian introduce el cuchillo en mi panza, luego lo introcuce en el pecho y por último en el cuello. Eso es lo último que me acuerdo.

Dylan Rosetto


Visto por un vecino:

Les contare una historia que ocurrió aquí en Turdera. Yo vivía al lado de la casa de los hermanos Nilsen: Eduardo y Cristian.
Recuerdo que ellos se llevaban muy bien compartiéndolo todo.
Pero un día el mayor Cristian trajo a su casa una chica llamada Juliana. Poco tiempo después al parecer Juliana empezó a traer problemas a la relación de los hermanos; pero como esto los estaba afectando logré enterarme por los chismes del barrio que ellos la compartieron.
Algunas semanas más tarde en una de mis idas al prostíbulo me encontré con Juliana, hablé con ella y esta me contó que los Nilsen la habían vendido a ese lugar; pero que la iban a visitar por sus servicios.
Algunos días después desde mi ventana logré verla a Juliana en la casa de nuevo, deduje que deberían extrañarla.
Una noche bajé a la cocina para hacerme un té; aunque lo que vi me hizo un nudo en el estómago: Cristian estaba apuñalando a Juliana y luego la envolvió en cueros.
Lo último que logre ver fue que se la llevaron en la carreta los dos.
Es hasta el día de hoy que me callo lo que vi por miedo de que los hermanos Nilsen me hicieran algo; pero con el remordimiento de haber dejado la muerte de la hermosa joven impune.


Jorge De la Vega